20 Feb, 2019 ¿Correrán como Tortoló?

 

A las 5:00 a.m. del 25 de octubre de 1983, fuerzas del ejército de Estados Unidos, con el respaldo de una coalición de dispositivos militares de seis países caribeños, iniciaron la invasión a la isla de Granada. La operación – “Urgent Fury” – ordenada por el presidente Ronald Reagan, involucró a 7,000 militares estadounidenses y 300 hombres de la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO), en lo que resultó ser el mayor despliegue realizado por tropas estadounidenses desde la Guerra de Vietnam.

Las fuerzas invasoras encontraron una leve resistencia de 1,500 soldados granadinos y unos 700 cubanos, la mayoría obreros de la construcción y alrededor de 60 militares. Eran los días de euforia militar de Fidel Castro, envalentonado por sus incursiones en Angola y Etiopía y la expansión de sus tentáculos por Centroamérica. De manera que el “Estratega en Jefe” concibió la idea de confrontar las tropas “americanas” y defender las posiciones cubanas en el aeropuerto de Point Salines.

Unos días antes, el 13 de octubre, el primer ministro marxista, Maurice Bishop, quien se hizo con el poder en Granada con el apoyo de los Ortega, de Michael Manley (de Jamaica), de Castro y de la Unión Soviética, fue derrocado por un amigo de la infancia y compañero en eso del “marxismo-leninismo-castrismo”: un tal Bernard Coard, pero en la noche del 19, uno de los generales de Bishop, quien se había aliado a Coard – Hudson Austin – lo secuestró, se lo llevó a una base militar y lo fusiló junto a otras 15 personas.  Sus cuerpos jamás aparecieron.  Por cierto, Coard duró en “el poder” unos tres días… fue depuesto por Hudson Austin y éste… días después, fue derrocado por la invasión “americana”: “¡nadie sabe para quién trabaja!”, hubiera dicho la Abuela Carmelina, QEPD.

Ronald Reagan había acusado a Bishop de convertir la pequeña isla en una base soviética.  De hecho, los cubanos estaban construyendo un aeropuerto que – según Reagan – tenía un objetivo militar de grandes proporciones.  En Granada había unos mil ciudadanos estadounidenses y bajo la excusa de protegerlos y de evitar la conformación de una base militar soviética en la isla, Estados Unidos la invadió el 25 de aquel mismo mes de octubre (1983).

Varios países protestaron la invasión, entre éstos: Gran Bretaña, Trinidad y Tobago, Guayana, Belice y la propia Venezuela, que para entonces estaba siendo gobernada por el Presidente Luis Herrera Campins.

Tras el fusilamiento de Bishop, Fidel Castro envió a la isla a uno de sus más leales oficiales, el Coronel Pedro Benigno Tortoló Comas, quien pasaría a la historia como un payaso: ¡un hazmerreír internacional!

 

 

Tortoló tenía bajo su mando a unos 700 efectivos de las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba” y se le había dado la orden de resistir “hasta el último hombre… ¡hasta la última bala!”.  Tortoló, se despidió en el despacho del “Comandante en Jefe”, Fidel Castro Ruz, con el consabido y trillado: “Patria o Muerte… ¡venceremos!”, pero en lugar de vencer, Tortoló “echó un pie”.  Corrió tanto, que en Cuba se pusieron de moda los “Tenis Tortoló”.

 

 

Fidel Castro lo recibió en Cuba con honores de héroe… sin saber que Tortoló había dejado el pelero en Granada y sin haber disparado un tiro.  De hecho, cuando los soldados leales a Bishop vieron que los cubanos no recibían la orden de entrar en batalla contra los invasores estadounidenses, aquellos soldaditos granadinos le echaron plomo parejo a los “combatientes” castristas, algunos de los cuales reaccionaron y dieron la cara, muriendo unos 25 efectivos “revolucionarios”; fue entonces cuando Tortoló, en compañía del embajador cubano en la isla – Julián Enrique Torres Rizo – aprovecharon para decir: “¡paticas pa’qué te queremos!” y se pintaron de colores.  Luego se dijo que Tortoló había corrido más que Fidelia, la famosa atleta cubana, ganadora de varias medallas de oro olímpicas, corriendo como una gacela.  Por su parte, el “diplomático” Torres Rizo terminó al frente de una agencia turística en Cuba, que – ni siquiera – tiene servicios de Internet:

Cuando le echaron el cuento de Tortoló a Fidel, éste montó en cólera… llamó a Tortoló y lo degradó de coronel “revolucionario” a soldado raso de mierda.  Eso sí… le dio una segunda oportunidad y lo envió a pelear en Angola, donde alcanzó el grado de sargento.  Hoy, 36 años después, vive mendigando por las calles de La Habana: ¡pero ya no corre!

Vamos a ver, cuando comience el “merequetengue” en Venezuela, cuántos de esos mequetrefes que aparecen como unos verdaderos-zocotrocos detrás del Padrino López, echarán un pie como Tortoló, comenzando por el propio ministro de la “defensa”, el tal Vladimir… quien tiene una cara de torombolo que no puede con ella: ¡ni la brinca un venado!

Miami 20 de febrero de 2019

Robert Alonso

 

 

Robert Alonso Presenta

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