Carta Abierta a Donald Trump

 

Mi querido y respetado Donald:

Nos conocimos el 25 de enero de 2015 en la “ciudad” de Doral, en compañía de la Miss Universo, Paulina Vega; esa noche – no sé si lo recuerdas – me dijiste, con mucha picardía, que querías que te presentara a mi hermana María Conchita y te respondí, para tu sorpresa, que no tenía su teléfono: ¡jajajajaja!  No sé si me creíste o no.

En todo caso, te estoy escribiendo esta carta como un súbdito ciudadano norteamericano (quien además de ser ciudadano cubano, también soy venezolano), para ofrecer mis sugerencias de cómo derrocar a Nicolás Maduro, sacar a los Castro de Venezuela y liberar a 30 millones de nobles e infelices venezolanos.

Tal vez lo sepas… o no, pero llevo 46 años lidiando con los Castro, luchando en todos los escenarios posibles; unas veces por mi cuenta y otras: bajo la dirección de las instituciones de seguridad de Estados Unidos de América.  Claro que no he tenido mucho éxito, como es lógico y de suponer.  Ese fracaso se ha debido, en gran parte, a la renuencia de los gobiernos estadounidenses de seguir las sugerencias de aquellos cubanos, quienes como yo, hemos venido luchando por la libertad de Cuba y, en mi caso: ¡por la libertad de Venezuela!

En 1962 eras muy joven, Donald… apenas tenías 16 años y estabas en otra cosa, distraído con las actividades que ofrecía Queens, en la estupenda ciudad de Nueva York, pero debes recordar el “bululú” que se formó con los misiles (con cabezas nucleares) que los soviéticos instalaron en la isla de Cuba, a 90 millas de Estados Unidos, con los cuales hubieran podido haber desaparecido del mapa a todas y cada una de las grandes ciudades estadounidenses, a excepción de Seattle, por estar ésta fuera del alcance de los entonces-misiles.  Yo, que tengo cuatro años menos que tú, estaba pegado al radio de onda corta de mi padre, escuchando “La Voz de Las Américas” (en español), para ver si ya pronto regresaría a mi adorada ciudad de Cienfuegos, en Cuba… luego de poco más de un año exiliado con mi familia en Venezuela.

No hubo guerra.  Cuba no solamente no fue liberada: ¡la “Crisis de los Misiles” (en octubre de 1962), atornilló a los Castro, para siempre, en el poder.  De ahí en adelante fueron decenas de miles de cubanos los fusilados frente al paredón y cientos de miles cumplieron condenas interminables, hasta de 30 años, en las infrahumanas prisiones de los Castro, donde centenares murieron.  Los cubanos pasaron hambre, décadas tras décadas.  Más de 70mil cubanos perecieron intentando cruzar el Estrecho de La Florida en balsas para llegar a Estados Unidos, en búsqueda del necesario oxígeno de libertad.

Miles de cubanos fueron encarcelados en Estados Unidos intentando acciones bélicas a partir de territorio estadounidense contra los Castro… quienes representaban, han representado y representan un peligro para la seguridad de este gran país y en detrimento de la salud mental y física de millones de jóvenes “americanos”, que han consumido, consumen y SEGUIRÁN CONSUMIENDO la droga que directa o indirectamente les llega a Estados Unidos a instancias de los Castro… sin mencionar el daño que las drogas producen en las familias de los “consumidores”.

Por años, nuestros “conductores estadounidenses” nos han pedido opinión y sugerencias en cuanto a cómo Estados Unidos debe proceder para eliminar el cáncer terminal narcocastro-estalinista.  Por años hemos hecho el papel de tontos, aportando a las diferentes agencias de inteligencia “americanas” informes tras informes de cómo nosotros, los cubanos anti-castristas, veíamos la manera de liberarnos de los Castro.  ¡Jamás el gobierno estadounidense nos tomó en cuenta!

Eso sí, amigo Donald… en cada campaña electoral presidencial, todos Uds., los candidatos (y especialmente los candidatos republicanos, porque los candidatos demócratas estaban ABIERTAMENTE a favor de los Castro), hacían sus “toques técnicos” en la bella y acogedora ciudad de Miami, para – uniformados con la típica guayabera cubana – tomarse un cafecito “cubano” (batido), en el famoso restaurante “Versailles” de la Calle Ocho.

 

 

Candidato tras candidato nos ofrecieron libertad para Cuba, pero: ¡Dios nos librara de partir desde territorio estadounidense hacia nuestra isla cubana en una acción bélica libertaria!  Kennedy, luego de traicionar, MISERABLEMENTE, a los brigadistas cubanos en abril de 1961, tras el infame “Pacto Kaka” (Krushchev-Kennedy), en la tristemente-célebre “Invasión de Bahía de Cochinos”, le aseguró a Nikita Krushchev que desde suelo estadounidenses jamás  saldría una invasión, ni siquiera una infiltración tendiente a lograr nuestra independencia del narcocastro-estalinismo soviético: ¡a 90 millas de Estados Unidos!

 

 

Claro, Donald… tú eras un pavito (un pepillo… o “teen-ager”) entonces y tus intereses eran otros.  Yo era un muchacho para la época, tenía 11 años, pero mi vida estaba ya signada por la terrible desgracia que enlutó a mi tierra natal y veía el mundo detrás de un cristal muy diferente al tuyo.

Fuimos creciendo, tú y yo.  Tú te dedicaste a los grandes negocios.  Yo me dediqué a la lucha por la libertad de mi patria: ¡Cuba!  En 1972, cuando yo tenía 22 años, me uní a la lucha que luego se llamaría “La Guerra por los Caminos del Mundo”, en contra de los Castro.  Tú tenías, entonces, 26 años y estabas aprendiendo el negocio de bienes-raíces, que tantos frutos te ha brindado.  Tú tuviste éxito… yo, como miles de cubanos: ¡fracasé!

Pero en el fracaso se aprende más que en los triunfos.  Aprendí qué no debíamos hacer para no seguir fracasando frente a los Castro y en 1992 aparece Hugo Chávez en mi vida, cuando ya estaba retirado a mis 42 años.  Había adquirido La Finca Daktari y me dedicaba a la cría de caballos de paso y de perros pastores alemanes… más que por negocio: ¡por hobbie!

Entonces mi vida cambió radicalmente.  Sabía qué le esperaba a Venezuela, mi ADORADA patria adoptiva.  Decidí dejarlo todo y combatir a Chávez.   Una vez más los contacté a Uds. y les advertí que “la cosa” no se veía fácil.  Sabía quiénes rodeaban al nuevo “paracaidista” que nos llegó de sorpresa: ¡cuando cayó la noche!

Si revisas en “los archivos”, Donald… verás decenas, si no cientos, de notas que les envié.  Cada vez que veía “algo raro”, les enviaba una nota.  Uds. no pueden decir que el huracán les llegó de sorpresa.  Lo que pasa es que Uds., no escuchan.

Llegada la campaña electoral presidencial en Estados Unidos, del año 2008, me uní – codo a codo – al candidato republicano John McCain, centrando mis esperanzas en tres objetivos: evitar que el musulmán socialista, Barack Hussein Obama Jr, llegara a la Casa Blanca; lograr la liberación de Cuba y de Venezuela.  Sin embargo, hize el más triste papel de pendejo en toda mi vida.  El triunfo de Obama estaba pactado y una vez en la presidencia, el Senador McCain se volvió más obamista que Michelle: ¡poco le faltó para hacerle la competencia a Bernie Sanders!

 

 

Ahora, Donald… llegaste a la Casa Blanca.   Yo sé que Uds. los presidentes “americanos” son una especie de “jarrones chinos”.  Yo sé que Uds. son presidentes del “Departamento de Asuntos Sin Importancia de Estados Unidos de América”, pero tienen maneras de hacerse sentir, aunque algunas veces los abrumen los “halcones” y otras veces los guaraleen las “palomas”.

Hoy, 30 millones de seres humanos claman por una intervención de Estados Unidos en Venezuela, sea como sea: “¡sí o sí!”  Pero esa intervención parece que no está en la agenda tuya o de quienes te asesoran, Donald.

Ojo, yo – mejor que muchos – sé lo difícil que sería para ti tomar esa decisión, basado en factores económicos y, sobre todo: ¡políticos!  Sin embargo, yo te tengo la solución perfecta… digo, si no es que otros factores te lo impiden, tales como las presiones por parte de países y empresas multinacionales… y estadounidenses, que seguramente ya te tienen hasta la coronilla, advirtiéndote que no se te ocurra…!!!

Lo que te voy a recomendar es un “tiro al piso”, una “papayita”, como se dice en Venezuela.  No te costaría un solo dólar.  No moriría un solo soldado “americano”.  No necesitarías de la aprobación del congreso ni de nadie.  Solo requeriría de una “orden ejecutiva” y ¡listo!

Es una especie de “Capítulo III” de la Ley Helms Burton, el mismo capítulo que desde que la mencionada ley fue promulgada durante la administración de Bill Clinton, en 1996, se decidió congelar.  Como ya sabes, Uds. los presidentes estadounidenses tienen que revisar dicho capítulo cada 6 meses para decidir si lo descongelan o lo mantienen en el congelador.  Hasta ahora todos, tú incluido, han decidido mantenerlo congelado.

Esto es lo que te propongo para sacar a los Castro de Venezuela, sin disparar un solo tiro… sin que muera un solo muchacho “americano” (mis hijos entre ellos)… sin gastar un solo dólar de los “contribuyentes” y sin que nadie te tenga que autorizar.

A partir de MAÑANA MISMO, todo buque que toque puerto venezolano, no podrá tocar puerto estadounidense durante CINCO AÑOS.  A partir de MAÑANA MISMO, toda aeronave que aterrice en Venezuela, no podrá aterrizar en EE.UU. durante CINCO AÑOS.

Así de sencilla sería la guarandinga.  No hace falta nada más.  Firmas esa “bombita” y siéntate a esperar los resultados.  Vamos a ver qué naviera, que línea aérea estaría dispuesta a entregar su mercancía en Venezuela; a aterrizar en un solo aeropuerto venezolano o a atracar en algunos de sus mugrientos puertos, donde los baños apestan porque no hay ni agua ni papeles higiénicos.

Pero ojo, Donald… que liberando a Venezuela no terminaríamos “el trabajo”.  Después de atrapar a todos y cada uno de los sátrapas que la destruyeron hasta los huesos, debemos limpiar a ese golpeado país de las garras de eso que llaman “socialismo”, tanto del lado de los “chavistas originarios”, como del lado de los “maduristas”; solo así pudiéramos asegurarnos la construcción de una Venezuela verdaderamente nueva y próspera, tanto en lo económico, como en lo político y en lo moral.

 

 

No puedes pretender liberarnos y dejar intacta la poderosa y muy-perniciosa maquinaria de eso que mientan “chavismo originario”, conformado hoy por aquellos que se asoman como los “libertadores”.  De no hacerlo, jamás podremos eliminar esos tumores malignos que se han enquistado, durante mucho más de 20 años, en la abandonada y destruida Venezuela.  Estoy seguro de que ya te habrás dado cuenta de la manera cómo se están conformando esos “nuevos” factores de poder allá abajo y de cómo, ingrátamente, se están aliando con el ala más izquierdista-progresista del partido demócrata estadounidense… de más está decírtelo, porque – después de todo – ¡no eres tonto!

Un fuerte abrazo, Donald… y si pasas por Miami, no dejes de echarme un ring.

Miami 17 de febrero de 2019

Robert Alonso

 

 

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