San Agustín (en inglés: Saint Augustine) es una ciudad del condado de San Juan de Florida, Estados Unidos de América, en la región conocida como «la Primera Costa de Florida». En el censo del año 2000, la ciudad tenía una población de 11 592 habitantes, y en el de 2004, de 12 157 habitantes. Fue fundada en septiembre de 1565 por el explorador y almirante español Pedro Menéndez de Avilés y es la ciudad de origen español más antigua del territorio continental de Estados Unidos habitada de forma permanente.
San Agustín es el asentamiento europeo más antiguo ocupado hasta la actualidad en los Estados Unidos de América. Los españoles ya habían explorado con anterioridad la zona, en expediciones que tuvieron lugar entre 1513 y 1563, con el fin de colonizar la Florida española, y dirigida por diversos conquistadores: Juan Ponce de León en 1513, Lucas Vázquez de Ayllón en 1526, Pánfilo de Narváez en 1527 —junto a su alguacil mayor Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quienes además tenían por objetivo la búsqueda de la «fuente de la eterna juventud»— y Hernando de Soto en 1539, entre otros, pero todas sin llegar a levantar ninguna fortificación estable.
A los pocos días Menéndez de Avilés fundó el fuerte, y luego ciudad, de «San Agustín de La Florida» el 8 de septiembre de 1565. Poco después, envió un contingente que atacó la colonia hugonota, situada a 65 km, y mató a todos sus habitantes con el argumento de que eran protestantes. De este modo, fracasó el primer intento de convertir a Estados Unidos en un refugio religioso.
La vida de la ciudad de San Agustín no fue pacífica. En 1586 fue atacada por el corsario Francis Drake, al servicio de la Monarquía inglesa. Sus edificios fueron arrasados y quemados, pero sin que ello quebrara la voluntad de España de mantener allí su presencia. En esta ciudad, el 29 de septiembre de 1633 fallecía en el cargo Andrés Rodríguez de Villegas, quien fuera el XIII gobernador de la provincia de La Florida.
El Castillo de San Marcos, cuya actual traza data de 1672, sustituto de anteriores construcciones de madera que allí mismo se levantaron, es un importante ejemplar de la arquitectura militar española en las Américas, con baluartes apuntados hacia el exterior, y no se construyó en piedra, sino en coquina: una mezcla de moluscos y arena, aglutinada por la cal de las conchas, que resultó ser un excelente material, que no se destrozaba ante los proyectiles del enemigo, sino que los absorbía.
Ciertamente, en la época, la esclavitud africana era legal en las posesiones españolas pero las condiciones de los esclavos británicos y españoles no eran las mismas.
Ya en 1688 se corrió la voz entre los esclavos negros de Carolina del Sur de que San Agustín era un santuario para quienes escapaban. En 1687 había llegado el primer grupo de fugitivos, compuesto por ocho hombres, dos mujeres y un niño. Y el goteo fue a partir de entonces incesante, hasta llegar a cifras cercanas a la centena, como se ha dejado dicho.
Desdichadamente, en la actualidad no ha habido ningún productor cinematográfico que se haya arriesgado a divulgar este episodio de libertad que es historia común de España y de los Estados Unidos, si bien sí sea conocido y divulgado por los católicos norteamericanos —a título de ejemplo, la página sobre este particular de la diócesis de Denver— y sean de mucho mérito los esfuerzos que han venido haciendo el Old Florida Museum y el Florida Museum of Natural History, este bajo la dirección de la profesora Kathleen Deagan, para indagar y dar a conocer lo que aquello fue, hasta la apertura en 1991, de la exposición itinerante Fort Mose: America´s Black Fortress of Freedom.
Mientras que los primeros esclavos eran amerindios, estaban arribando en las primeras expediciones a las Américas como hombres libres, marineros, soldados y colonos de raza negra, como por ejemplo: Juan de las Canarias, que se había enrolado en la Santa María con Cristóbal Colón; Juan Garrido, que partió desde Sevilla, por su propia voluntad, hacia La Española (Santo Domingo) y participó en las exploraciones de Ponce de León y luego, en las campañas de Cortés con el que combatió en Tenochtitlán; también Estebanico, explorador de Pánfilo de Narváez, quien, tras fracasar la expedición a la Florida de 1528, fue uno de los cuatro, de cuatrocientos, que sobrevivieron al conseguir llegar andando, tras ocho años de caminar, desde la Florida hasta México, para luego morir en combate contra los indios zuni; además de Juan Valiente, que guerreó en Guatemala, en el Perú y en Chile, y como otros de los que no cabe memoria.
Al incrementarse constantemente el número de quienes escapaban de las plantaciones esclavistas de Carolina, se llegó a constituir, en 1738, bajo bandera de España, una milicia negra, con oficiales de la propia raza, como lo fue el capitán Francisco Menéndez, en otro tiempo esclavo evadido. Y no se trataba de una fuerza simbólica, sino bien operativa, habida cuenta de que su calidad de veteranos fugitivos les había dado un buen conocimiento de la zona, mientras que su condición de antiguos esclavos los hacía valientes y con resuelta voluntad de vencer, para no volver jamás a la servidumbre.
Destruido el Fuerte Mosé por los ingleses en 1740, sus ocupantes se defendieron desde San Agustín, que resistió. Por ironías de la política, la imbatida San Agustín vino a ser pacíficamente otorgada a la Corona británica en 1763, cuando por el Tratado de París se entregó pacíficamente la Florida al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
Los que habían sido defensores del Fuerte Mosé, embarcaron junto a los pobladores de procedencia peninsular hacia la isla de Cuba, especialmente hacia Matanzas, en donde siguieron su vida como hombres libres. Nuevamente retornaría a España a consecuencia de la batalla de Pensacola 1781 y del Tratado de París, en 1783.
Junto con los militares y sus familias retornaron a San Agustín algunos de los antiguos esclavos, cuando la Florida volvió a España. Y rindieron un último servicio al aplastar a los Florida Patriots que se habían atrevido a ocupar Mosé, reclamando el territorio para los Estados Unidos.
En aquella ocasión, una vez más, se destruyó el viejo fuerte, cuyo asentamiento quedaría enterrado en las marismas, para ser explorado sólo al cabo de muchos años, no ya por soldados, sino por voluntariosos investigadores. Es de destacar que el 17 de octubre de 1812, el Gobernador español de la Florida, Sebastián Kindelán, caballero de la Orden de Santiago, inauguró en San Agustín un obelisco y bautizó una plaza en honor a la primera Constitución Española, más conocida como la Pepa. Aún hoy existe en la plaza de la Constitución dicho obelisco.
En el siglo XIX el ferrocarril llegó a la ciudad, que se convirtió en un balneario invernal para los adinerados, gracias al industrialista Henry Flagler. Numerosas mansiones y palacios grandes de esta era se transformaron en hoteles o se les dio otro uso, como por ejemplo, la Universidad de Flagler, el Instituto Flagler y museos. Flagler continuó construyendo en diferentes puntos a lo largo de la costa este de Florida, incluyendo su Ferrocarril de la Costa Este de la Florida, cuyo punto final era Cayo Hueso en 1912.
Conocedores y seguidores de tal devoción, los primeros pobladores españoles consagraron la primera ermita dedicada a la Virgen en lo que hoy es territorio estadounidense, bajo el nombre de «Nuestra Señora de la Leche», cuya imagen era copia de la que se veneraba en Madrid, de modo que habiendo sido destruida el 13 de marzo de 1936 esta última que era la original, por ser devastada la iglesia madrileña de San Luis —en la hoy Gran Via— en que se encontraba, debido a los disturbios antirreligiosos de los albores de la guerra civil, la réplica que se halla hoy en la Florida es lo más cercano que nos queda de aquella que fue modelo, si bien también haya imágenes bajo el mismo título en Astorga, en Palas de Rei, en Pisa y en Budapest.
La ciudad es una atracción turística por la rica cantidad de edificios de estilo colonial español. En 1938 el parque temático Marineland abrió al sur de San Agustín, convirtiéndose en uno de los primeros parques temáticos de Florida y comenzando el desarrollo de esta industria en las siguientes décadas.
Actualmente se lleva a cabo la serie para TeleWeek “Buscando mi pasado”, que será estrenada en 2010.
Los habitantes de San Agustín no esconden el orgullo por su pasado español, del que hay vestigios permanentes en el paisaje urbano. Y todavía hoy los nombres de las calles denotan la pasada presencia hispana: las calles de Valencia, de Granada, de Córdoba, de De Soto, de Avilés, de Cádiz, de Zaragoza, de la artillería; y las casas con blasones, el Hospital Militar, la casa de los Mesa, la de los Peso de Burgo, la de los Ximénez-Fatio, la de los Hita, la de los Gallegos, y hasta la catedral, en la que campean los escudos español y norteamericano, hacen eco de lo que la ciudad fue. Y ese eco resuena incluso en la vida local, toda vez que, aunque se trata de una ciudad en la que la lengua inglesa prevalece, se mezclan en el habla local palabras del español colonial y hasta la vida es mucho más a la española que en otras ciudades norteamericanas: calles estrechas, terrazas junto a los bares, parques donde corretean los niños, iglesias y misa de doce.
La ciudad tiene una superficie total de 27,8 km², 21,7 km² de tierra y 6,1 km² de agua. El área total de agua representa el 21,99%.
Acceso al océano Atlántico por el canal de San Agustín del río Matanzas.